sábado, 30 de abril de 2011

EJERCICIO Y ALIMENTACION PARA PERSONAS MAYORES.



Actividad Física.  Envejecimiento. Personas Mayores. Tercera Edad.

Introducción

    Los beneficios que comportan para la salud la práctica de actividad física realizada de manera regular y los riesgos que conllevan los estilos de vida sedentarios, propios sobre todo de la tercera edad, han sido ampliamente establecidos en numerosos estudios epidemiológicos en los últimos años (Varo, Martínez y Martínez-González, 2003; Guayar et al., 2004). Sin embargo, el sedentarismo de nuestra sociedad se está convirtiendo en una amenaza constante para la salud pública (Varo y Martínez-González, 2006; Lancet, 2004; Varo, et. al., 2003), lo que está llevando a los profesionales procedentes del ámbito sanitario a adoptar medidas encauzadas a la promoción de la actividad física de la sociedad en general y las personas mayores en particular.

En los últimos años se ha producido un incremento en el número de personas mayores que realizan actividad física, aunque éste continua siendo escaso e insuficiente (Gonzalo y Pasarín, 2004). Asimismo, estamos asistiendo a un incremento notable en el número de personas mayores existentes en la sociedad y se estima que este aumento sea progresivo en los últimos años.

Según las conclusiones derivadas de la segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento (Madrid, 2002), para el año 2050 se estima que el colectivo de personas mayores se haya triplicado. Los poderes públicos tienen por tanto, la responsabilidad de velar por la salud de las personas mayores, con el objeto de que éstos puedan llevar a cabo su vida con plena autonomía (Merino, 2002).

Importancia de la actividad física en las personas mayores

    La actividad física constituye junto con la alimentación los dos elementos claves que definen la esperanza de vida de las personas (Ramos, 2002). Actualmente, ningún grupo de la sociedad puede obtener más beneficios de la actividad física y la alimentación que el colectivo de las personas mayores (Drewnowki y Evans, 2001). Ambos factores poseen un papel vital en la promoción de la salud y prevención de enfermedades en las personas mayores.

 Según diversos estudios (Lidsted, Tonstad y Kuzma 1991a; Linsted, Tonstad y Kuzma 1991b), existe una relación directa y positiva entre la realización de actividad física y aumento de la esperanza de vida.

La inactividad física constituye uno de los factores de riesgo más importantes que amenazan a la salud global de los seres humanos (Gonzalo y Pasarín, 2004; Erikssen, 2001). La presencia o ausencia de actividad física condiciona que la persona desarrolle su vida ligada a dos polos completamente opuestos: salud y enfermedad (Ramos, 2002). Por ello, el proceso de envejecimiento que se produce en el organismo de las personas puede verse acelerado o ralentizado en función de su nivel de actividad física (Varo, Martínez y Martínez-González, 2003).

    Por tanto, la práctica de ejercicio físico no sólo repercute positivamente en la infancia o adolescencia (Delgado y Tercedor, 2002), sino que la tercera edad constituye también un período apropiado para alcanzar los beneficios que comporta su práctica (Alcántara y Romero, 2001; Marcos y Galiano, 2004; Mayán, 2004).
Objetivos de la práctica de actividad física en la tercera edad

    El principal objetivo que tenemos que conseguir a la hora de prescribir un programa de entrenamiento cardiovascular en personas mayores es posibilitar que la persona sea capaz de llevar una vida cotidiana independiente y autónoma (Ramos, 2002). Debe estar orientado a evitar el envejecimiento y a que la persona pueda disfrutar de un estado de placer y bienestar corporal y mental, así como a conservar una situación de plena independencia y autonomía física y mental (Romero, 2002). Para que esto sea posible debemos proponer actividades recreativas, gratificantes, integradoras, de fácil comprensión y realización y centradas en sus intereses y necesidades (Merino, 2002; Pont, 2002), prestando especial cuidado a la intensidad, duración y frecuencia (Froelicher et al., 1999).

Beneficios de la actividad física en la tercera edad

    La práctica de actividad física va acompañada de una serie de beneficios para el ser humano (Marcos y Galiano, 2004), siendo estos aún más evidentes en la tercera edad. Las investigaciones realizadas hasta ahora demuestran que la actividad física ayuda a las personas mayores a prevenir y mejorar enfermedades tales como obesidad (DiPietro, 1999), hipertensión.

Al mismo tiempo, el ejercicio físico protege contra la mortalidad intrahospitalaria en los pacientes ancianos con infarto de miocardio (Abete et al., 2001). Reduce el riesgo coronario (Talbot et al., 2002) y a padecer una trombosis vascular (Verissimo et al., 2001) o cáncer (Thune y Furberg, 2001).

Previene o retrasa la aparición de la diabetes tipo 2 en los adultos En un estudio publicado por la revista científica, se demostró que las mujeres sedentarias de 65 años que comenzaron un programa de ejercicio disminuyeron en un 48% el riesgo de muerte por cualquier causa durante el período de seguimiento del programa respecto a las que continuaron inactivas.

Además, el riesgo de enfermedad cardíaca se redujo entre las primeras en un 36%, y el de cáncer de un 51%. Laurin et al. (2001), observaron que la actividad física disminuyó las alteraciones cognitivas en mujeres mayores afectadas por el Alzheimer. A nivel del sistema osteoarticular, la práctica de actividad física aumenta la densidad mineral ósea en personas mayores (Marcos y De la Fuente, 2000; Lee, 1999), al tiempo que un entrenamiento de fuerza correctamente programado produce beneficio en personas con osteoartrosis (Sevick, 2000).

Los efectos del ejercicio físico sobre el sistema músculo-esquelético de las personas mayores se traducen principalmente en modificaciones de las fibras musculares, miofibrillas, vasos sanguíneos y tejido conjuntivo (Quinn, Haugk y Grabstein, 1995). Asimismo, la actividad física produce alteraciones en el sistema cardiovascular de los adultos, mejorando el VO2máx, el gasto cardíaco y la función sistólica, entre otros aspectos.

Respecto al sistema endocrino, el ejercicio físico produce alteraciones que repercuten en una mejora del bienestar de los mayores. Igualmente, a nivel económico la práctica de ejercicio físico en personas mayores mejora su estado de salud, lo que se traduce en una disminución de los gastos sanitarios (Stearns et al., 2001).

Medicare MCOs mantuvo e incluso mejoró el estado de salud de las personas mayores tras aplicar un programa basado en la forma física, lo que originó que estas personas acudieran en menor medida al médico; sobre todo aquellos que realizaban ejercicios intensos (Fody-Urias, Fillit y Hill, 2001). Pasear 120 minutos e incluso más cada día, reduce las visitas a urgencias y el número de ingresos hospitalarios en sujetos ancianos con problemas económicos (Perkins y Clark, 2001).

    Por todo ello, la actividad física debería ser recomendada a las personas mayores como objetivo de política nacional de salud (Stearns et al., 2001).

    El principal motivo que lleva a las personas mayores a realizar actividad física es el mantenimiento de la salud, por delante de la recreación (García, et al., 1996). Realizar actividad física a cualquier edad no sólo está justificado a nivel de salud (Delgado y Tercedor, 2002), sino también desde el punto de vista de la recreación (Pont, 2002).

Es por ello que, los factores que demuestran el porqué hacer actividad física se agrupan en dos vertientes que repercuten positivamente en un mejor bienestar psíquico (Pont, 2002). Todo ello nos lleva a mejorar la calidad de vida (Meléndez, 2000). La primera de ellas alude al bienestar físico y salud y engloba aspectos referentes a la prevención, mantenimiento y rehabilitación en personas mayores. Su objetivo es básicamente utilitario, orientado a la mejora y mantenimiento de la salud. La segunda vertiente muestra aspectos lúdicos sociales y afectivos y recoge aspectos recreativos. Su finalidad es recreativa. 

Cada actividad llevará implícito un objetivo principal, pudiendo ir acompañada al mismo tiempo y de forma paralela de un objetivo secundario (Pont, 2002).

    La actividad física orientada a la prevención ayuda a prevenir problemas y deficiencias a nivel físico y psíquico. Para ello debe realizarse de forma periódica y adaptada a las características personales y posibilidades de cada persona, teniendo presentes los factores de riesgos que lleva implícitos el proceso de envejecimiento (Pont, 2002). Cuanto más temprano sea su comienzo mayores serán los beneficios preventivos en la tercera edad (Pont, 2002). La actividad física enfocada al mantenimiento de las capacidades físicas y psíquicas debe reunir unas características similares a la prevención (Pont, 2002).



Nuestro objetivo es que la persona envejezca de la mejor manera y en las mejores condiciones posibles. La rehabilitación, un tema cada vez más significativo en la tercera edad, trata de dar solución a problemas físicos, lesiones o procesos degenerativos característicos de la edad. Es por tanto, sumamente importante adecuar la actividad al tipo de dolencia o problema físico. 

La actividad física con un fin recreativo y lúdico constituye una actividad gratificante y placentera para este colectivo (Pont, 2002). Deben llevarse a cabo actividades con la intención de ocupar el tiempo libre de las personas mayores; actividades en ausencia de reglamentaciones, con la intención de divertirse y pasarlo bien.

Conclusiones

    La actividad física y la nutrición son dos piezas claves que determinan el estado de salud de las personas mayores. Ningún grupo de la sociedad puede obtener mejores beneficios de ambas piezas que el colectivo de las personas mayores. Pero la práctica de actividad física no debe iniciarse en la última etapa de la vida, sino que ésta debe ser una tarea presente en la sociedad desde su infancia. Existe una relación directa entre la evolución del envejecimiento y la inactividad. A pesar de ello, la inactividad física en la tercera edad es una realidad evidente en nuestra sociedad actual, aunque cada vez el mayor el número de personas mayores hacen uso de ello. Debemos por tanto, aconsejar y concienciar a los mayores sobre los efectos favorables del ejercicio en todos sus aspectos. Está demostrado que el ejercicio físico realizado de manera periódica repercute positivamente sobre la calidad de vida de las personas mayores, previniendo diferentes patologías propias de esta edad. 

Por todo ello, la práctica de actividad física debería estar aconsejada desde la perspectiva de la salud pública. Quizás las "modas" imperantes en nuestra sociedad presente seas determinantes. Pero no podemos olvidar que las instituciones dirigentes de la sociedad y poderes públicos deben ser los responsables directos de cuidar de la salud de las personas mayores y fomentar la actividad física. Desde estos organismos se debe ofertar programas encaminados a mejorar la calidad de vida, lo se traducirá en una mayor longevidad, permitiendo así que este colectivo de la sociedad pueda disfrutar de una vida activa con plena autonomía funcional, esto es, de una vejez saludable. Sólo de esta manera podremos prevenir e incluso mejorar la mayor parte de las alteraciones que acompañan el envejecimiento.


domingo, 17 de abril de 2011

SOL, DIETA, CUIDADO DE LA PIEL Y EL CABELLO EN VACACIONES.



Podemos ser tentados a abandonar la alimentación sana en vacaciones. Aunque a veces nos esforcemos para no perder los buenos hábitos, es fácil olvidarlos y comprar un cono de helado aquí y allá. Sin embargo, hay maneras de vigilar lo que comemos en vacaciones.

Es el momento de cargarte de vitaminas, minerales y beta carotenos, de alimentos que te hidraten, te nutran, cuiden tu línea y hasta te proporcionen un bronceado más bonito.

Es más fácil en esta época de vacaciones consumir menos calorías o comidas livianas, que en otras estaciones no tan calurosas.

Si eliges entonces hacer un viaje en vacaciones, conduciendo tú mismo a tu destino, la búsqueda de alimentos sanos puede ser un poco más complicada. En vez de simplemente confiar en los alimentos grasientos que encuentras en tu camino, ya sea comida rápida u otro para tu nutrición, puedes optar por llevar tú algunos alimentos nutritivos en una conservadora o en algún otro recipiente fresco.

Frutas y verduras, galletas de avena, ensalada de pasta o arroz con atún,  yogur y demás lácteos, y emparedados o pequeños sandwiches, son excelentes opciones para tener contigo en el camino. “El verano nos ofrece una gran selección de alimentos, entre ellos, deliciosas, ligeras y refrescantes frutas: sandía, melón, nectarina, fresas, ciruelas, melocotones, etc. Verduras súper sabrosas: tomates, elote dulce, pimientos, pepinos, judías verdes, aguacate, etc. En cuanto a carnes y pescados: Atún, sardinas, calamar, cola de camarón, conchas, langosta, cordero, etc.”.

Si te hospedas en un hotel, un buen consejo es no prestarle atención al mini bar, ya que puede resultar una verdadera tentación. Si tu hotel ofrece un desayuno puedes escoger frutas, cereales, y proteínas.

Si tu habitación tiene una cocina o microondas, también puedes considerar llevar tu propio alimento sano contigo.

Si eliges comer simplemente fuera, hazlo solamente cuando tengas hambre y en forma equilibrada. Los restaurantes sirven generalmente grandes porciones, asegúrate de comer sólo lo que necesites y no abuses en la cantidad.

También recuerda que si consideras que 4 comidas al día te resulta poco, puedes consumir pequeñas porciones de otro alimento como colación, ya que si gastas mucha energía, necesitarás el alimento y además, eso ayudará a que llegues a la próxima comida con menos hambre y comas lo que realmente necesitas.

Por eso, recuerda no saltearte ninguna comida, pero pone menos dedicación a la cena ya que tu cuerpo necesita descansar y no hacer la digestión mientras duerme, además, quema algunas calorías en un proceso mucho más lento.
Aunque puede sonar difícil, el alimentarte en forma saludable en vacaciones no es un gran sacrificio. Todo lo que necesitas es una pequeña potencia de voluntad, y dejar pasar aquellos alimentos, que sabes no son buenos para ti, sin dejar de comer aquello que realmente te gusta, pero sin hacer un hábito de éste.
De esta manera, gozarás de una alimentación sana y de un estilo de vida saludable, dondequiera que vayas. Porque además, puedes disfrutar de una dieta balanceada durante todo el año, con los alimentos que tú ya conoces, que hacen bien a tu cuerpo.

¿Cuál es el elemento esencial para una dieta sana en verano?

El agua. Las necesidades diarias de agua son 3,2 litros para los hombres y 2,3 litros para las mujeres, siempre que no existan otros factores que afecten las pérdidas acuosas como fiebre, vómitos, diarrea o sudoración intensa. El agua lo perdemos en forma de orina, heces, sudor y respiración.

No debemos beber sólo cuando estamos sedientos, sino que es aconsejable beber 1,5 o 2 litros diarios de agua, equivalentes a ocho vasos de agua de mineralización débil cada día. La ingesta de agua previene también la formación de cálculos renales y facilita la eliminación de sustancias por vía renal. De hecho, los hipertensos deben evitar las aguas muy salinas, mientras que las aguas alcalinas están contraindicadas en pacientes con litiasis renal.

Pero ¿son todas las aguas iguales? No, por ejemplo, las aguas minerales tienen en su composición más minerales que las de manantial. Por otra parte, en España ha aumentado mucho el consumo de agua envasada, aunque el consumo es muy inferior a otros países de la Unión Europea. De todas maneras la moda de ir a todas partes con la botellita de agua mineral ha traspasado fronteras, y no sólo las actrices de moda la siguen.

En verano, debemos beber más líquido, no sólo como agua sino también mediante el consumo de zumos, granizados, horchatas, café con hielo, gazpacho.

Precisamente el otro componente importante de la dieta para el verano, es la ingesta abundante de frutas y verduras. El licopeno está presente en el tomate por lo que no debemos olvidar añadirlo en la ensalada y también es conveniente ingerir naranjas, limones, albaricoques, cerezas, melocotones, melón de pulpa naranja y sandía (son también muy ricos en vitamina C).

El cabello debe ser cuidado de manera especial en verano, ya que las agresiones son múltiples: sol, cloro de la piscina, sal, viento... sin olvidar el aire acondicionado que reseca nuestra piel y pelo.

¿Qué consejos debemos seguir para cuidar nuestro pelo en verano?

1-Utilizar un champú suave de uso frecuente. Se pueden combinar champús especiales para después del sol o after-sun con efecto anti-sal y anti-cloro con champús fisiológicos que no dañan el pelo (al no contener tensioactivos no producen espuma, se debe usar poca cantidad).

2-Aclarar el pelo con agua corriente abundante siempre que se salga del mar o de la piscina y tras el lavado.

3-Es conveniente el uso de acondicionadores y bálsamos tras el lavado del cabello, que se deben aplicar sobre todo en las puntas. No precisan aclarado ni dejan residuo graso.

4-Tratar con cuidado el pelo cuando está húmedo pues es más frágil, por lo que es mejor peinarlo después de haber retirado los restos de humedad con una toalla. Lo mejor son los peines de púas anchas o cepillos de cerda natural.

5-Aplicarse una mascarilla nutriente o reparadora una vez por semana.

6-Sanear las puntas y mantener el corte antes de las vacaciones.

7-Aplicar un fotoprotector capilar con factor de protección alto; existen fórmulas en espuma, fluido o aceite que contienen agentes hidratantes. También ayuda, por supuesto, llevarlo recogido y/o usar pañuelos o gorros.

8-Olvidarse del secador lo más posible, ya que el calor añade una nueva agresión.

9-El cobre de las piscinas puede dar un color verde al pelo. Entre los factores predisponentes se incluye el daño previo del folículo piloso, el contacto frecuente con el agua clorada y el uso de champús alcalinos (hay que evitarlos al igual que el jabón Lagarto). Se puede tratar con aceite vegetal caliente, peróxido de hidrógeno o champús de penicilamina, pero lo mejor es consultar al dermatólogo.

Cómo puedo seguir una dieta saludable?



Los hábitos alimenticios sanos pueden ayudarle a reducir tres factores de riesgo para el ataque al corazón y el ataque cerebral: colesterol en la sangre alto, presión arterial alta y exceso de peso.
Estos son los grupos de alimentos básicos con la cantidad de porciones recomendadas. Asegúrese de elegir una variedad de alimentos de cada grupo.

Granos enteros ricos en fibra (6 a 8 porciones por día)

• Una porción equivale a 1 rebanada de pan;
1⁄2 taza de cereal caliente, 1 taza de cereal en copos;
1/2 taza de arroz o pasta cocida;
• Por lo menos la mitad de sus porciones deben ser granos enteros ricos en fibras, como pan de trigo integral, galletas de grano integral y arroz integral.
• Muchas galletas y refrigerios ahora están disponibles en variedades bajas en grasas y en sal.
Verduras (4 a 5 porciones por día)
• Una porción equivale a 1 taza de verduras de hojas verdes crudas; ½ taza de verduras crudas o cocidas cortadas; ½ taza de jugo de verduras.
Consuma tipos y colores variados, especialmente las verduras de colores fuertes como la espinaca, la zanahoria y el brócoli. Tienden a tener mayor contenido de vitaminas, minerales y fibras y menos calorías que otras, como la papa y el maíz.

Frutas (4 a 5 porciones por día)
Una porción equivale a: 1 fruta mediana (aproximadamente del tamaño de una pelota de béisbol, ¼ taza de frutos secos; ½ taza de fruta fresca, congelada o en lata; ½ taza de jugo de frutas.

Consuma tipos y colores variados, especialmente las frutas de colores fuertes como el durazno, las bayas y las naranjas.

Carne magra, aves y pescados (no más de 6 onzas cocidas por día)
• Una porción de 3 oz es aproximadamente el tamaño de un mazo de cartas, 1/2 pechuga de pollo o 3/4 de taza de pescado desmenuzado.
• Disfrute al menos 2 porciones de pescado horneado o a la parrilla por semana, especialmente pescados ricos en ácidos grasos omega 3 como el salmón, la trucha y el arenque.
• Elimine la grasa de las carnes; quítele la piel a las aves.

Nueces, semillas y legumbres (4 a 5 porciones por semana)

Una porción equivale a 1/3 taza o 1 ½ oz de nueces; 2 cucharada de mantequilla de maní (sin sal agregada); 2 cucharada o ½ oz de semillas; ½ taza de legumbres cocidas (frijoles o guisantes secos)

Productos lácteos sin grasa, con 1 por ciento de grasa o bajos en grasa (2 a 3 porciones por día)
• Una porción equivale a 1 taza de leche o yogur o 1 1/2 oz. de queso bajo en sodio, sin grasa o bajo en grasas.
• Utilizar sólo los productos lácteos con 0% a 1% de grasa. La leche 2% no es baja en grasas.
• Consuma sólo yogurt sin grasas o bajo en grasas sin azúcar agregado.
• Utilizar requesón seco, sin grasa o bajo en grasas.
• Los quesos (bajos en sodio, sin grasa o bajos en grasas) no deben tener más de
3 gramos de grasa por onza y no más de
2 gramos de grasa saturada por onza.

Grasas y aceites (2 a 3 porciones por día)

• Una porción equivale a una 1 cucharadita de aceite vegetal o margarina blanda (sin sal agregada), 2 cucharaditas de margarina dietética (sin sal agregada), 1 cucharadas de condimento común para ensaladas, bajo en sodio, 1 cucharada de mayonesa común (sin sal agregada)  
• Elija grasas y aceites con 2 gramos o menos de grasas saturadas por cucharada, como las margarinas líquidas y en tubo, y el aceite de canola, maíz, cártamo, soya y oliva.
• Asegúrese de contar las grasas usadas en alimentos comprados, al cocinar y en verduras y panes.
• Lea cuidadosamente las etiquetas de los alimentos para evitar los aceites y grasas "parcialmente hidrogenados".
Dulces y azúcares agregados (5 o menos porciones por semana)
Una porción equivale a 1 cucharada de azúcar; 1 cucharada de mermelada o jalea; ½ taza de helado, gelatina; 1 taza de cola, bebida de frutas

No beba más de 450 calorías o 36 oz por semana de bebidas endulzadas con azúcar.

¿Cómo puedo reducir las grasas saturadas, las grasas trans, el azúcar agregado y las calorías?

• Como plato principal, disfrute de pastas, arroz, frijoles y/o verduras. O combine estos alimentos con pequeñas cantidades de carne magra, aves sin piel o pescado.
• Hierva, ase, cocine al horno, a fuego lento, a vapor, sofría, fría en poco aceite o cocine en microondas. No fría en aceite.
• Elimine la grasa de la carne y de las aves. Escurra la grasa después de dorar. Enfríe las sopas y los guisos después de cocinarlos para eliminar las grasas duras de la superficie.
·         Elija frutas y verduras congeladas y en lata en agua sin azúcar agregado, grasa saturada, grasas trans o sal cuando no tenga a disposición alimentos frescos.
·         Restrinja el consumo de alimentos que contengan aceites vegetales hidrogenados o parcialmente hidrogenados para reducir las grasas saturadas y trans de la dieta, como los pasteles, galletas, galletas saladas, dulces, tartas, panecillos, rosquillas, papas fritas y dulces.
·         Compare el contenido de sodio de productos similares y elija los productos con menos sodio.
·         Sustituya la sal por hierbas y especias.
·         Reduzca los alimentos con azúcares añadidos. Los azúcares añadidos son azúcares y jarabes añadidos a los alimentos durante el procesamiento o preparación. Los ejemplos de azúcares añadidos son: sacarosa, glucosa, fructosa, maltosa, dextrosa, jarabe de maíz, jarabe de maíz de alta fructosa, jugo concentrado de frutas y miel.

¿Cómo puedo reducir el colesterol de la dieta?

• Los alimentos de origen animal (como la carne, las aves, las yemas de huevo, la mantequilla, el queso y la leche entera) tienen alto contenido de colesterol. Cómalos en menor cantidad.
• Los huevos y los mariscos tienen alto contenido de colesterol pero bajo contenido de grasas saturadas y grasas totales.
A continuación encontrará algunos consejos sobre el consumo de huevo en su dieta:
- Un huevo grande y entero tiene aproximadamente 213 mg de colesterol. Esto representa un 71% del límite diario (menos de 300 mg). Los huevos extra grandes y jumbo tienen todavía más.
- Al cocinar, utilice dos claras de huevo o una clara de huevo más 2 cucharaditas de aceite no saturado en vez de un huevo entero. También puede usar sustitutos del huevo.
- Si come un huevo entero, ese día intente evitar o limitar otras fuentes de colesterol.


domingo, 10 de abril de 2011

DEBEMOS DE CONCIENTIZARNOS TODOS, Y QUE EL ESTADO SALVADOREÑO CUMPLA CON SU ROL DE PREVENCIÓN, ACERCA DE LA OBESIDAD INFANTIL.



Mantengo una ansiedad perenne, sobre la urgente necesidad de todos aquellos que visiten nuestro Blog, nos ayuden a incidir en las políticas publicas, de prevenir daños irreversibles en la niñez salvadoreña, por la falta de cultura y educación concientizadora, relacionada con la mala alimentación y falta de ejercicio.

Agradecería grandemente a todas aquellas personas, que se encuentran cerca de las entidades encargadas de velar por la salud publica, para que lleven el mensaje de rescate de vidas, al implementar medidas sostenibles, que conlleven a una salud integral de los millones de hogares salvadoreños.

Según datos proporcionados por la Organización Mundial de la Salud, en el 2010, alrededor de 43 millones de niños menores de cinco años de edad tenían sobrepeso. Cada año fallecen por lo menos 2,8 millones de personas adultas como consecuencia del sobrepeso o la obesidad.

Esto debería de sensibilizarnos mucho mas como pobladores, y ejecutar en menor escala estrategias comunitarias y vecinales para que nuestros niños, crezcan con menores índices de riesgo.

Desde 1980, la obesidad se ha más que doblado en todo el mundo.
En 2008, 1500 millones de adultos (de 20 y más años) tenían sobrepeso. Dentro de este grupo, más de 200 millones de hombres y cerca de 300 millones de mujeres eran obesos.

El 65% de la población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad se cobran más vidas de personas que la insuficiencia ponderal.

En 2010, alrededor de 43 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso.

La obesidad puede prevenirse.
Las escuelas son una parte esencial en la solución a la epidemia de obesidad entre los niños salvadoreños. A través de normas y programas escolares sólidos, como estándares de nutrición, educación sobre salud de calidad, educación física de calidad y oportunidades para realizar actividad física, las escuelas pueden ayudar a que los estudiantes adopten y mantengan comportamientos alimenticios y físicos saludables.

El impacto de la obesidad infantil

La obesidad es un problema de salud grave en El Salvador y que afecta a adultos y niños de todas los niveles de ingresos. La obesidad infantil está relacionada con numerosos problemas físicos y de salud mental.

Entre los niños de 6 y 11 años, la prevalencia de la obesidad pasó a ser más que el doble en las últimas tres décadas, incrementándose de un 6.5% en 1980 a un 17.0% en 2006. La tasa entre adolescentes de 12 a 19 años pasó a ser más que el triple durante el mismo período, incrementándose de un 5.0% a un 17.6%. 


La obesidad infantil tiene efectos en la salud inmediatos y a largo plazo:
Las personas jóvenes obesas tienen mayor riesgo de padecer problemas óseos y de las articulaciones y apnea del sueño.

Los niños y adolescentes obesos pueden tener problemas sociales y psicológicos, tales como estigmatización y baja autoestima.

Los niños y jóvenes obesos tienen más probabilidad que los de peso normal de tener sobrepeso o ser obesos cuando son adultos.

Seis de diez jóvenes tienen al menos un factor de riesgo adicional de padecer enfermedades cardíacas, tales como colesterol alto o hipertensión.

Es fundamental tener buenos hábitos alimenticios y realizar actividad física para mantener un peso saludable. Lamentablemente, menos del 25% de los adolescentes comen suficientes frutas y vegetales y sólo un tercio de los adolescentes realizan los 60 minutos recomendados de actividad física diaria.

El rol de las escuelas para prevenir la obesidad infantil
Revertir la epidemia de obesidad requiere de un esfuerzo a largo plazo y bien coordinado para que llegue a las personas jóvenes a los lugares donde viven, aprenden y juegan. Las escuelas son socios clave en este esfuerzo:

Más del 65% de los jóvenes de El Salvador asisten a una escuela.
Las escuelas son el lugar ideal para enseñarles a los jóvenes cómo adoptar y mantener un estilo de vida saludable y activo.

Investigaciones muestran que los programas escolares bien organizados y bien implementados pueden promover de manera efectiva la actividad física y la alimentación saludable.

Investigaciones recientes muestran la conexión que existe entre la actividad física, la buena alimentación, la educación física y los programas de nutrición y el rendimiento académico.

Si trabajan con otras organizaciones públicas, de voluntariado y del sector privado, las escuelas pueden ayudar a cambiar el ambiente social y físico de un niño y brindar información, herramientas y estrategias prácticas para ayudar a los estudiantes a adoptar estilos de vida saludables.

Se identificaron 10 estrategias para ayudar a las escuelas a prevenir la obesidad a través de la promoción de la actividad física y la alimentación saludable. Se desarrollaron además herramientas fáciles de usar para ayudar a las escuelas a implementar cada una de estas estrategias de manera efectiva.

10 estrategias clave
Construya una base fuerte
Fomente la actividad física y la alimentación a través de programas escolares de salud coordinados.
Designe un coordinador escolar de salud y mantenga activo un consejo de salud escolar.
Evalúe las normas y programas de salud escolar y desarrolle un plan de mejoras.
Fortalezca las normas escolares de alimentación y actividad física.
Prepárese
Implemente un programa de promoción de la salud de alta calidad para el personal escolar.
Implemente un curso de alta calidad sobre educación para la salud.
Implemente un curso de alta calidad sobre educación física.
Incremente las posibilidades de que los estudiantes hagan actividad física.

Implemente programas de calidad alimenticia escolar.
Asegúrese de que los estudiantes tengan elecciones saludables de comidas y bebidas fuera del programa alimenticio escolar.

Consejos para padres. Ideas para ayudar a los niños a mantener un peso saludable. Brindarles información y consejos del cómo ayudar a prevenir el sobrepeso y la obesidad infantil.