Si en realidad deseas salir de los mitos y ficciones que se ciernen sobre las ganancias millonarias que producen año con año de los suplementos, debes de leer y leer de fuentes cientificas, el verdadero aporte hacia tu organismo, las cantidades de ingestion recomendadas y su respectivo funcionamiento. Hoy les dejo el rpimer articulo profundo de las proteinas.
Durante al menos 150 años los científicos han estudiado el uso de los combustibles en distintos tipos de ejercicio físico. Durante este tiempo, hubo bastante debate con relación a la importancia de las proteínas para los individuos que realizan ejercicios físicos en forma regular.
En realidad, desde la mitad del siglo XIX, el entendimiento del rol de las proteínas en el metabolismo del ejercicio ha cambiado dramáticamente varias veces. Hacia mediados de ese siglo se pensaba que las proteínas eran el combustible principal para la contracción muscular (von Liebig, 1842) y, consecuentemente, es entendible que los deportistas de entonces consumieran grandes cantidades de proteínas. Sin embargo, distintos estudios llevados a cabo durante la última mitad del siglo XIX, y primer cuarto del siglo XX (revisados en Cathcart, 1925), revelaron que las proteínas cumplían un papel mucho más pequeño en términos de combustible para el ejercicio (contribuyendo <>
En base a estos datos, se creyó que el ejercicio no aumentaba la necesidad de proteínas alimentarias. No se sabe por qué la contribución de proteínas fue considerada poco importante, pero probablemente fue una hiper-reacción a la nueva información (que era bastante diferente del punto de vista a la que prevalecía hasta ese momento), o quizás simplemente una idea de que la cantidad de proteínas consumida normalmente era suficiente para cubrir esta necesidad. En cualquier caso, fue tan dominante la idea de que las necesidades de proteínas alimentarias no estaban afectadas por el ejercicio físico, que la gran mayoría de los trabajos metabólicos, a lo largo de los primeros tres cuartos del siglo XX, se concentró en los carbohidratos y las grasas y, como resultado, ignoraron casi totalmente el rol de las proteínas (Astrand & Rodahl, 1977).
Comenzando en los años 70’, primero esporádicamente (Felig &Wahren, 1971; Poortmans, 1975; Haralambie & Berg, 1976; Dohm et al., 1977; Lemon & Mullin, 1980; Lemon & Nagle, 1981; White & Brooks, 1981; Lemon et al., 1982), y luego más regularmente (para revisión, ver Lemon 1997), comenzaron a aparecer estudios que sugerían que las ingestas de proteínas, en cantidades que exceden las recomendaciones para personas sedentarias, podrían ser beneficiosas para aquellos que realizaban ejercicios intensos en forma regular. Sin embargo, el tema de los efectos del ejercicio sobre los requerimientos de proteínas es extremadamente complejo, y aún no existe un consenso absoluto (Lemon, 1987; Butterfield, 1991; Lemon, 1991; Evans, 1993; Rennie et al., 1994; Millward et al., 1994; Lemon, 1996).
Además, este tema se ha complicado por el hecho de que las recomendaciones alimentarias para las proteínas en distintos países, no tratan adecuadamente este tema ya que están basadas principalmente en estudios con sujetos sedentarios. Por otro lado, algunas recomendaciones no se han actualizado. Por ejemplo, no sólo las recomendaciones actuales en los Estados Unidos fueron publicadas hace muchos años, sino que además no tienen ni una sola referencia sobre este tema después de 1977 (Comité de Alimentos & Nutrición de los EEUU, 1989). Muchos estudios han examinado los efectos del ejercicio sobre los requerimientos alimentarios de proteínas.
Es interesante observar que durante todo este período de tiempo, independientemente de la opinión científica, muchos deportistas (especialmente aquellos comprometidos en actividades de fuerza y potencia), han consumido en forma rutinaria grandes cantidades de proteínas (300-775 % de la RDA o Reccomended Dietary Allowance; o sea, margenes dietarios máximos recomendables) (Steen, 1991; Kleiner et al., 1994).
Teniendo en cuenta esta perspectiva, el presente artículo hace una revisión de algunos de los resultados experimentales más recientes, pone de relieve varios cuestionamientos metodológicos que podrían comprometer algunos de los datos, examina la poca información existente sobre si la suplementación con proteínas mejora o no el rendimiento deportivo, y considera distintos posibles mecanismos responsables, con el fin de poder entender de qué manera el ejercicio físico afecta los requerimientos de proteínas. SIMPLIFICACION DEL MECANISMO DE LAS PROTEINAS A pesar de que el “pool” de aminoácidos libres contiene solamente un porcentaje muy pequeño de los aminoácidos del cuerpo (la gran mayoría está en las proteínas de los tejidos), por el tamaño y la ubicación central de la esfera, se indica el rol importante de los aminoácidos libres en el organismo (a través del cual todos deben pasar).
Fisiológicamente, hay sólo tres caminos por los cuales los aminoácidos pueden entrar en el “pool” libre (a través de las proteínas alimentarias durante la digestión, por la ruptura de proteínas en los tejidos, o como aminoácidos no indispensables (no esenciales) formados en el cuerpo a partir de NH3 y una fuente de carbono.
Por supuesto, algunos aminoácidos consumidos nunca llegan a ser absorbidos (se pierden con la materia fecal), y en el laboratorio es posible un cuarto método (a través de la infusión de aminoácidos).
Cuando se estudian los aminoácidos indispensables (esenciales), la ruta 3 es eliminada ya que estos aminoácidos no pueden ser formados en el cuerpo. Una vez en el “pool” libre, también existen cuatro vías por las cuales los aminoácidos pueden metabolizarse (reabsorción en el intestino, incorporación en forma de proteínas en los tejidos, oxidación [nitrógeno eliminado por la orina o sudoración; el carbono por la respiración], o incorporarse en carbohidratos o grasas como reservorio de energía [el nitrógeno amino es eliminado por la orina]. Durante el ejercicio, las rutas A (debido a la redistribución sanguínea) y D (debido al estímulo catabólico) no son consideradas importantes.
Con el tiempo, luego de la infusión constante o de la ingesta reiterada de un aminoácido “marcado” representativo (indicador o trazador isotópico) se puede obtener un equilibrio isotópico; por ejemplo, la entrada al “pool” libre iguala a la salida, y se puede medir el movimiento del aminoácido “marcado” a través del sistema (“turnover”, o flujo). Esto sólo requiere una mínima invasión porque los valores en los tejidos (enriquecidos) se pueden estimar a partir de muestras en sangre [modelo de “pool” recíproco (Matthews et al., 1982; Horber et al., 1989)] o en orina (la presunción es que el enriquecimiento urinario es representativo del producto final de la ruptura de proteínas). Combinando estos datos con la ingesta alimentaria (y la tasa de infusión, si es aplicable), y/ o con mediciones de la oxidación (requiere muestras de la respiración), es posible estimar las tasas totales de degradación de proteínas (“turnover” [o flujo] - ingesta + infusión = degradación), o las tasas de síntesis de proteínas totales del cuerpo (i.e., pérdida no oxidativa) (turnover - oxidación o excreción urinaria = síntesis) (Picou & Talyor-Roberts, 1969).
Tradicionalmente, el nivel total de nitrógeno del cuerpo se ha evaluado por una técnica conocida como balance de nitrógeno. Esta comprende la medición de comidas duplicadas a aquellas consumidas por los sujetos experimentales, con el fin de cuantificar de manera precisa la ingesta de nitrógeno (el consumo de proteínas es estimado suponiendo que el contenido promedio de nitrógeno del alimento es del 16 % (i.e., multiplicando la ingesta de nitrógeno por 6.25), todas las rutas de excreción del nitrógeno (normalmente sólo se miden la orina y la materia fecal, y las pérdidas misceláneas, incluyendo pérdidas estimadas a través de la piel), y luego calculando la diferencia entre las dos.
La estimación de las pérdidas misceláneas de nitrógeno normalmente es adecuada, ya que en individuos sedentarios son pequeñas, bastante consistentes, y extremadamente difíciles de medir completamente. Sin embargo, con el ejercicio, la eliminación de nitrógeno por la piel a través de la sudoración debería ser cuantificada, ya que puede ser sustancial (Consolzio et al., 1963; Lemon & Mullin, 1980). Cuando la ingesta de nitrógeno excede el total excretado, el sujeto está en balance positivo de nitrógeno (el balance negativo se da cuando la excreción excede el consumo).
Esta última situación no puede prolongarse durante mucho tiempo sin efectos adversos ya que, al contrario de los carbohidratos y las grasas, el organismo no contiene una reserva energética de proteínas (todas las proteínas corporales tienen un rol estructural o funcional) y, consecuentemente, esto lleva a pérdidas de componentes corporales esenciales. Aunque la descripción de balances positivos/negativos son un lugar común en la literatura, es recomendable el uso del término estatus o estado, en sustitución y para evitar los términos de balance positivo o negativo. El balance de nitrógeno es una técnica clásica que ha sido utilizada en la gran mayoría de los estudios, considerados por Comités de Expertos en distintos países, para la determinación de los márgenes alimenticios recomendados para las proteínas, MAR o RDA (Comité de Alimentos & Nutrición de los EEUU, 1989).
Sin embargo, debería entenderse que este método tiene un número de limitaciones (es inconveniente para los sujetos, da mucho trabajo a los investigadores, tiende a sobreestimar el nitrógeno que es realmente retenido, por lo general sobreestima la ingesta y subestima la excreción), y debido a su naturaleza de «caja negra», no puede aportar información específica acerca de las distintas partes componentes del metabolismo de las proteínas (Lemon et al., 1992; Fuller & Garlick, 1994). Además, el estatus (balance) de nitrógeno está afectado por el balance energético (Munro, 1951), lo cual puede confundir los datos, especialmente en estudios en donde ésto no fue siempre bien controlado.
Frecuentemente, existen distintas variables que pueden confundir los resultados, incluyendo: inadecuado tiempo de adaptación al cambio de dietas experimentales (Scrimshaw et al., 1972), cambios inducidos por el ejercicio en el transcurso del tiempo y/o importancia relativa de los distintos caminos de excreción de nitrógeno (Austin et al., 1921; Lemon & Mullin, 1980; Dolan et al., 1987), problemas técnicos que hacen difícil la recolección completa de la excreción de nitrógeno (Lutwak & Burton, 1964; Bingham & Cummings, 1983; Lemon et al., 1986; Dolny & Lemon, 1988), y el uso inapropiado de la regresión lineal para estimar la necesidad proteica, tanto con dietas que sean muy ricas como muy pobres en proteínas, por ejemplo, cuando la respuesta es curvilínea (Rennie et al., 1994).
Como resultado, se debe examinar la literatura de manera muy crítica.
SERIA BUENO QUE TRATE DE SIMPLIFICAR DESAFORTUNADAMENTE NO TENGO SUS ESTUDIOS Y NO COMPRENDO, MI PREGUNTA ES ¿EN REALIDAD QUE ES LO QUE HACEN LAS PROTEINAS A TU CUERPO, PRACTICANDO EL CONSTRUCTIVISMO?
ResponderEliminartiene razon habla para el mismo no entendiendo ke la mayoria no entiende y eso no es duplicable
ResponderEliminar