domingo, 1 de junio de 2008

ALIMENTOS TRANSGENICOS


La modificación genética de los organismos que constituyen la dieta cotidiana de la humanidad ya es un hecho, aunque no falta controversia al respecto, pues si bien unos consideran que ofrece múltiples beneficios, organizaciones ecologistas cuestionan su eficacia y le atribuyen varios peligros.
En la década del 90, la aparición en los mercados de varios países de los alimentos modificados genéticamente suscitó temores y reticencias por parte de los consumidores, ciertas organizaciones no gubernamentales y algunos estados (particularmente los integrantes de la Comunidad Europea).
Por alimento transgénico o modificado genéticamente se entiende aquel organismo en el cual, mediante ingeniería genética, se ha introducido un gen de otro organismo o se le ha suprimido o modificado un gen propio. Esta modificación genética permite que el organismo, en este caso vegetal, produzca una nueva proteína o deje de producir una proteína del organismo original.
Los alimentos transgénicos pueden ser clasificados en dos grupos: los organismos transgénicos que llegan a la mesa del consumidor en su forma original (actualmente se encuentran en el mercado tomates, papas, hortalizas, yogures y otros lácteos fermentados) y los organismos transgénicos que son utilizados como materia prima para elaborar otros alimentos (los que se nutren de los productos derivados de la soya modificada genéticamente son un buen ejemplo de esta segunda categoría).
Beneficios presentes y futuros
"En la actualidad se comercializan cerca de setenta alimentos transgénicos en todo el mundo, la gran mayoría de ellos en países como Australia, Canadá, Japón y los Estados Unidos” -dijo el doctor Daniel Ramón Vidal, investigador del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos de Valencia, España.
“Se calcula que hay más de trescientos alimentos en las últimas fases de experimentación o las primeras de comercialización. Por el contrario de lo que mucha gente piensa, estos desarrollos ofrecerán soluciones a problemas bien distintos", continuó Vidal.
"Por el momento, los beneficios que aportan los alimentos transgénicos no son tan evidentes para el consumidor como lo son para el productor y para el medio ambiente", afirma el doctor John Thomas, investigador del Health Science Center de la Universidad de Texas (Estados Unidos). Los vegetales transgénicos disponibles permiten reducir la utilización de pesticidas y herbicidas; de esta forma, es posible reducir los costos y se aumenta la productividad de la tierra.
Además, la disminución del uso de productos tóxicos como los herbicidas y pesticidas es positiva para el medio ambiente. La provincia del Chaco, Argentina, por ejemplo, siempre ha referido tasas extremadamente altas de cáncer y defectos congénitos entre los recolectores de algodón y sus descendientes, relacionados con el uso de pesticidas en estos cultivos; la introducción de variedades transgénicas de algodón que no requieren del uso de pesticidas permitirá evitar tan costosas secuelas para la salud de estos trabajadores.
"En cuanto a los beneficios de los alimentos transgénicos para los consumidores -continúa el doctor Thomas-, estos se verán en el futuro, cuando salgan de los laboratorios muchos de los productos que actualmente se encuentran en distintas fases de experimentación". Alimentos fortificados con vitaminas y micronutrientes esenciales, por ejemplo, serán de gran utilidad para combatir las deficiencias nutricionales que padece un elevado porcentaje de la humanidad. Incluso se está experimentando con la creación de alimentos que contengan productos medicinales, los alimentos que contengan vacunas son un buen ejemplo de ello.
Otro ejemplo de alimento transgénico que debe salir al mercado en los próximos años es el arroz genéticamente modificado, cuyo nombre es arroz dorado (golden rice, en inglés). Este arroz, actualmente desarrollado en laboratorios de distintos países,Suiza, principalmente, se ha modificado genéticamente para que contenga más micronutrientes, como la vitamina A y el hierro.
Los temores de la población
Con respecto a los riesgos que la modificación genética de los alimentos podría tener para la salud humana, es importante dejar en claro que hasta el momento no existe ninguna evidencia científica que respalde. Si bien toda nueva tecnología conlleva riesgos potenciales, "los alimentos modificados genéticamente son tan seguros y presentan tantos riesgos para la salud como los alimentos convencionales", señala el doctor Thomas.
Los alimentos genéticamente modificados que han sido aprobados para su comercialización tienen casi la misma composición que los productos convencionales; en otras palabras: son nutricionalmente equivalentes. Las proteínas producidas en estos alimentos por los genes modificados o introducidos se encuentran presentes en el organismo vegetal en niveles extremadamente bajos, que van del 0,001 al 0,002 por ciento del peso total del cultivo.
En cuanto a la preocupación de que la nueva proteína desencadene alergias alimentarias, esta posibilidad es bastante predecible, siempre y cuando se realicen en forma exhaustiva los distintos tests destinados a evaluar el potencial alergénico de un nuevo producto alimenticio.
"No es el método de modificación genética de los vegetales lo que puede llegar a convertirlos en potenciales alergénicos", destaca el doctor Alan McHughen, investigador del Centro de Desarrollo de Cultivos de la Universidad de Saskatchewan, en Canadá.
Por último, la posibilidad de que el gen que se le ha adicionado al vegetal sea transferido al genoma de un ser humano es extremadamente bajo, aunque no por ello nulo. Para el doctor Thomas, esta posibilidad es extremadamente remota por las siguientes razones: "el procesamiento de la materia prima del vegetal reduce la cantidad de ADN intacto en el alimento; pero aunque el alimento no sea procesado, existen muchos otros procesos en el aparato digestivo humano que lo degradan, destruyendo el ADN".
Todos los especialistas consultados coinciden en que el impacto que la modificación genética de los alimentos tiene sobre el medio ambiente no debe ser medido en relación con un ecosistema virgen o ideal, sino que debe ser comparado con la situación real de las tierras que se hallan cultivadas en la actualidad. Ya el sólo hecho de reducir el empleo de sustancias tóxicas para el ser humano y los demás integrantes del ecosistema, como lo son los herbicidas y los pesticidas que se utilizan rutinariamente en la actualidad, constituye un paso positivo.

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